lunes, 5 de septiembre de 2011

"mitad hombre o mitad mono, te sacaré de aquí..."


Él no tenía la culpa de haber nacido mujer. Tuvo que haber algún error...
Entendió desde muy pronto que era un hombre, un hombre encerrado en un cuerpo que no le correspondía. Intentó hacer que los demás lo comprendieran también, sin embargo no fue así y por eso tuvo que empezar de nuevo, en otro lugar, con otro nombre, y con otro aspecto.
Por primera vez se sintió él mismo, su secreto estaba a salvo. Lo estaba, al menos, hasta que ella apareció. Aún no había conseguido reunir el dinero suficiente para la operación definitiva que le daría el aspecto que siempre debió tener.
Ella no notó nada extraño en él, y él no tuvo el valor suficiente para explicarle lo que ocultaba debajo de sus pantalones. Simplemente se dejó llevar, nunca había sentido algo parecido ni nadie había sentido antes nada por él. Todo era tan nuevo que creía que su pecho no podría soportar todas las sensaciones acumuladas en tan corto periodo de tiempo. Tenía miedo. Miedo a que todo le estallara en la cara. Miedo a ser descubierto. Miedo a ser rechazado, una vez más, y a no ser capaz de soportarlo. Miedo a hacer daño a la única persona que le había querido…
Esa tarde de primavera se disiparían todas sus dudas. El día se había levantado revuelto, con ganas de jugar, flotaba en el ambiente un aire enrarecido, la electricidad pasaba de una nube a otra y bajaba atravesando el cielo hasta tocar el suelo. Sólo los más valientes se atrevían a entrar en su juego aceptando el reto para el nuevo día. La calma que precede a la tormenta. El olor a lluvia cuando aún no ha caído una gota de agua. Son cosas que se saben, solo hay que estar un poco atento. Él también lo sabía, había aceptado el reto. No quedaba mucho tiempo para que ella descubriera la verdad.
La vio aparecer desde lejos, podría reconocerla aunque caminara entre 100.000 personas ataviadas con el mismo uniforme. Su forma de caminar era inconfundible, se movía de forma grácil, parecía como si flotara a cada paso que daba. Se miraron. Una gota de agua fue a posarse en la punta de la nariz de ella antes de que hubieran tenido tiempo de saludarse. Él utilizó la manga de su camisa para secarla y señaló con la cabeza la casa del árbol en la que habían pasado tantas tardes escondidos, ajenos al mundo, solos ella y él. Dos personas ansiosas por conocerse, por descubrirse.
Esa mañana él había decidido jugar, y jugaría hasta el final con una sola estrategia, mostrarse a ella tal y como era. Las posibilidades de perder eran más altas que las de ganar, pero decidió arriesgarse por ella, ella merecía su sinceridad, merecía poder valorar y decidir. De todas maneras estaba acostumbrado a perder y cada caída dolía un poco menos que la anterior, pero si ganaba…no era capaz de hacerse una idea, la vida le enseñó a no esperar nada de ella, era una forma de protegerse, el daño siempre es menor cuando uno no espera ganar…
La cogió por la cintura para ayudarla a subir y sus manos rozaron la línea que dibujaba sus pechos. No pudo evitar excitarse y avergonzado quitó las manos. Una vez arriba, ella le tendió la mano para que pudiera subir. Comenzaron a hablar como solían hacer. El ambiente estaba cargado, se acercaba la tormenta. El deseo comenzó a apoderarse de ellos. Ya no podían soportarlo más, demasiados momentos a solas,  demasiadas miradas furtivas,  demasiados secretos a voces, demasiadas noches a tientas buscando su luz en la oscuridad.
Ajenos a la lluvia que caía fuera, se fundieron en un cálido beso. Un beso feliz y triste a la vez, un beso lleno de remordimiento pero también de amor. El beso más deseado y el más temido.  Las manos de ella buscaron su cuerpo, pero él la detuvo. Ella buscó su mirada y él miró hacia otro lado, esquivándola. Ella levantó su cara con ambas manos obligándole a mirarla directamente a los ojos y sin mediar palabra lo dijo todo. -Sé que escondes algo, lo noto por cómo me miras, no tengas miedo, sea lo que sea no importa, te lo prometo.- Le imploró sin abrir la boca,  no hacía falta, ellos no necesitaban hablar para entenderse. Y cuando él iba a contárselo todo ella le tapó la boca con sus dedos y comenzó a desnudarlo, poco a poco. Una venda cubría sus pechos, aplastándolos hasta casi dejarlo sin respiración. Le desató la venda y besó hasta el último punto de su cuerpo, terminando en sus labios. Y así, abrazados lloraron juntos hasta que se quedaron dormidos…
Basado en la película "Boys don't cry" 

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