lunes, 26 de noviembre de 2012


Los fragmentos de conversación iban apareciendo en escena. Y como si de trozos de cristal se tratara, se le iban clavando lentamente en el corazón, abriendo la herida que tanto le había costado cerrar.
 Notó como la sangre brotaba por el orificio que las palabras habían abierto en su delicado cuerpo, estaba caliente, iba a morir desangrado, se preguntó si era posible morirse de amor…

lunes, 12 de noviembre de 2012

FELICIDADES BELLOTA (POR ESOS 30 TAN BIEN LLEVADOS)



INSTRUCCIONES ANTES DE LEER: PULSA EN ESTE LINK
http://www.youtube.com/watch?v=rmj3iU36Mmw

AHORA YA PUEDES SEGUIR LEYENDO



ÉRASE UNA VEZ LA MEJOR HERMANA DEL MUNDO


Bea miró sonriendo a su mamá, y cogiendo la manita de su recién nacida hermana le dijo. “mami, no te preocupes por nada, yo cuidaré siempre de ella”. Bea no había cumplido aun 5 años y ya tenía claro cual era el papel que le había tocado jugar dentro de la familia. Ella era, y siempre sería la hermana mayor…

Hoy, 25 años después Bea acerca su mano sigilosamente a la de su hermana, y justo cuando está a punto de rozarla, Lucía, la menor de las dos, se da cuenta de sus intenciones y le suelta un manotazo con todas sus fuerzas antes de que Bea pueda reaccionar. “ay” se queja Bea acariciándose la mano dolorida “¡esta vez te has pasado tía!” “lo siento Be” dice Lucía con cara de circunstancias “te juro que ha sido instintivo, no he calculado la fuerza, pero eso te pasa por intentar acariciarme, ¡sabes que no lo soporto!” y dicho esto Bea, Lucía y Alex, el pequeño de los tres hermanos, comienzan a reír.

“Bueno Be, ¿que has pensado hacer  al final para tu cumple?” pregunta Alex mientras saca de la nevera el brick de zumo de manzana. “no sé tío, vaya agobio, la verdad es que no sé si cumplir 30 es motivo de celebración. Igual me quedo en casa viendo una peli de llorar con un helado de Häagen Dazs en plan Bridget Jones…” dice Bea poniendo cara de niña pequeña enfurruñada. “anda anda, deja de decir tonterías, que sabes que vas a acabar saliendo, que nos lo vamos a pasar genial, ¡ya verás!” la anima Lucía.

Bea ha dejado de escuchar, ya no está en la cocina, al menos no en esta. La cocina donde se encuentra ahora es más pequeña, y tiene a la izquierda una puerta que lleva a un pequeño cuartito alargado. Es el cuarto de la plancha. Bea se apoya en el resquicio de la puerta y se sorprende al ver a su madre, Cristina, mucho más joven que ahora. Está planchando mientras escucha Radio 3, ¡su programa favorito!, aun guardaban en casa todas las cintas donde grababa las canciones que oía en ese programa... Bea no puede dejar de mirarla, es guapísima.  De pronto se escuchan unos gritos por el pasillo que sacan a Bea de su ensimismamiento. Cristina deja lo que está haciendo, pasa por su lado sin percatarse de su presencia y llega hasta Alex y Luci que se están pegando otra vez. “¡mami, te juro que ha empezado él!”, “¡mentira, ha sido ella!”, “me da igual quien haya empezado de los dos, estáis castigados, cada uno a una habitación y no salgáis hasta que yo os lo diga” les reprende su madre. Bea  se acerca de forma instintiva a sus hermanos para consolarlos y poner un poco de orden como siempre ha hecho con ellos, pero recuerda que solo está de paso, nadie, además de sí misma, puede verla. Que extraño, piensa. Y guiada por una fuerza que no puede controlar se adentra en el salón a través del angosto pasillo, de frente sentado en el sofá del cuarto de estar ve a su padre, de fondo se oye un partido de futbol, lo está viendo con Santi, Dani, Mario, Mateo, Gonzalo y Germán. Germán, una lágrima resbala por la mejilla de Bea que sin poder evitarlo comienza a correr en su dirección para darle un abrazo. Pero algo le hace detenerse antes de llegar, una barrera invisible le impide llegar a él.

Bea resignada sale del cuarto y continúa su viaje por la que a lo largo de tantos años había sido su casa. Por el camino se encuentra una cucaracha, le resulta familiar, lo curioso es que esta cucaracha no le hace saltar como si el suelo quemara. Al contrario, Bea se agacha y se acerca tanto que puede distinguir sus ojos. “Hola pequeña” le dice a la cucaracha mientras le acaricia el lomo. La cucaracha no se mueve, se deja acariciar. “eres una cucaracha muy bonita y muy buena, ¿sabes?”, “contigo quería yo hablar” responde la cucaracha. Bea da un respingo y se pone de pie de un bote, y balbuceando consigue articular una palabra “hablas”, no es una pregunta, es una afirmación. “eso parece” contesta la cucaracha divertida por la reacción de Bea. “Quizás no me recuerdes” dice la cucaracha cabizbaja, “pero yo me acuerdo bien de ti. Una vez me metí en tu zapato” La cucaracha levanta la vista y se detiene cuando observa a Bea llevarse las manos a la boca. “pero, entonces…” dice Bea. “Sí,” continúa la cucaracha, “yo ya no existo, tu me aplastaste con tu verde y maloliente pie, ¡con lo a gustito que estaba durmiendo!” “pe-pe-perdona” tartamudea Bea “fue sin querer, lo juro”  La cucaracha sonríe y antes de que Bea pueda decir o hacer nada más, desaparece.

Bea no entiende nada de lo que está pasando, gira sobre su cuerpo para cerciorarse de que sigue en su antigua casa. ¿Cuándo va a terminar este extraño sueño? Se pregunta, pues ya empieza a agobiarle la situación. ¿Y si no es un sueño? O peor, ¿Y si se ha muerto? ¿Y si no vuelve nunca más? Todo esto le recuerda bastante a esa película que veía todas las navidades cuando era pequeña Las navidades de Mickey, basada en la novela Cuento de navidad de Dickens. Solo que ella no recordaba haber hecho nada malo, a parte de matar a una cucaracha claro, no entendía cual era la lección que tenía que aprender. Dios mío, dice Bea mirando al cielo, si es un castigo por no querer celebrar los 30 años, he aprendido la lección, ¡no quiero morir!, ¡quiero cumplir 30, 40, incluso 50!, quiero volver a casa, quiero volver a casa quiero volver a casa…

Está tan concentrada pensando en ello que no se da cuenta de que alguien le está tocando la espalda con cuidado. Bea se queda inmóvil al darse cuenta de que es ella misma solo que 18 años más joven.  La niña le sonríe y Bea siente ternura cuando ve sus dientes de conejo. Le devuelve la sonrisa y se cuida de enseñar bien los dientes para que ella no se preocupe, la niña se acerca y le da un abrazo que casi deja a Bea sin respiración. Acto seguido le cubre de besos y le acaricia el pelo. Bea no sabe muy bien que hacer, decide acunarla hasta que la niña se queda dormida entre sus brazos. “La verdad es que he de reconocer que siempre fui excesivamente cariñosa, pero me gusta, no entiendo que problema tiene Luci, ¡si soy un amor!”, piensa Bea para sus adentros.

Bea lleva a la niña a la cama y no puede evitar emocionarse al ver su antigua habitación, todo está como lo dejó. La moqueta azul, la gallina con sus polluelos. Su escritorio y la silla grabada con los nombres de sus hermanos pequeños, su cama y ¡el despertador-gallina!

Cuando deja a la pequeña sobre la cama ésta se despierta y le dice “no te preocupes por no cumplir los objetivos que yo un día me fijé, los sueños pueden cambiar como cambian las circunstancias de la vida, y solo quiero que tengas presente que yo siempre estaré orgullosa de lo que hagas, de lo que hagamos, porque simplemente ser tú me hace feliz, porque eres la mejor persona que podíamos ser, te quiero Bea, y cuando te vayas, acuérdate de mi, cuida de mi, porque si no lo haces tú, nadie lo va a hacer”

Bea abre los ojos y mira a su alrededor, vuelve a estar en su cocina. Pero está tumbada en el suelo, la luz le enfoca directamente en los ojos. Alex y Luci están agachados y la miran con cara de preocupación, no se han dado cuenta de que tiene los ojos abiertos, hablan acelerados y le parece escuchar la palabra ambulancia. Entonces reacciona, levanta una mano y dice: “¡chicos tranquilos, estoy bien, no estoy malita. Era una broma, claro que quiero celebrar mi 30 cumpleaños!

Los dos se lanzan a abrazarla, “¡nos has dado un susto de muerte tía!”, los tres lloran no saben si de la alegría o del susto.

Luci le dice a Bea: “te has ganado una caricia,… ¡pero solo una eh!”