- Toc toc
toc- Alguien llama a la puerta del nº 15 de la calle Serrano en Madrid.
Hace unos
años que Marieta siempre va vestida a la última moda. Viste trajes de las
mejores marcas, de esas que solo se venden en Londres, París o Nueva York. Hace
unos años que Marieta dejó su antigua vida en el barrio de Usera para empezar
de cero en una zona que pensó siempre había ido más con ella. Hace unos años
que a Marieta le dio por pensar que sus antiguas amistades, las de toda la
vida, ya no tenían nada que ver con ella. Como tampoco tenía que ver su marido.
Marieta,
antes conocida como “la mari”, no se levanta a abrir la puerta, sabe que
alguien lo hará por ella. Solo espera. Y recuerda, recuerda cuando abría
puertas, cuando hacía camas, cuando fregaba platos y barría suelos. Lo recuerda
de vez en cuando y se sorprende, no reconoce a aquella chica. Rápidamente borra
la imagen de su cabeza y sigue con lo suyo.
- Ring.
Ring- Alguien llama al teléfono de la casa de Manolo, el nº 34 de la calle Marcelo
Usera.
Hace unos
años que Manolo ya nunca contesta al teléfono. Se le quitaron las ganas cuando
la Mari lo abandonó. Manolo siempre quiso a la Mari tal y como era. La quiso
desde la primera vez que la vio. La Mari tenía los ojos verdes. Manolo nunca podría
olvidar aquellos ojos grandes que una vez no querían mirar más allá de los
suyos. Pero eso fue hace ya mucho tiempo, demasiado…
Hoy Manolo
tampoco contesta. Y sabe que nadie lo hará por él, porque Manolo lleva años
viviendo sin más compañía que sus pensamientos. Y sin más aliento que sus
recuerdos. Manolo cierra los ojos tranquilo mientras el teléfono sigue sonando
incesante.
En casa de
Marieta se ha armado un poco de revuelo con la visita. Era un mensajero. El
mensajero dejó a Marieta un paquete. Dentro, uno de sus cuadros. Y en un sobre
una nota que decía: “Te devuelvo tu cuadro porque ya no lo quiero”.
Hace unos
años que Marieta es pintora de profesión, aunque siempre se había sentido
pintora de corazón. Todo empezó por casualidad, y poco a poco sus cuadros
empezaron a venderse. Marieta empezó a confiar en su talento y con el dinero
conseguido con las primeras ventas empezó a promocionarse aquí y allá. Hasta
que conoció a Valentín, marchante de arte.
Valentín
tenía su propia galería, y unas ganas locas de enamorar a una joven promesa. A
sus 60 años conoció a la Mari y empezó a llamarla Marieta, decía que así
vendería más cuadros. Y no se equivocaba. Valentín “abrió” los ojos de la Mari.
“el mundo del arte es así Marieta” le decía Valentín, “uno no crece si se queda
en Usera” así que Marieta se deshizo literalmente de todo lo que pudiera
ligarle a su antigua vida y se mudó con Valentín.
Ahora
Marieta mira su cuadro y recuerda la ilusión que sintió cuando Manolo le dijo
que una vez más, alguien había comprado una de sus pinturas.
- ¿y quién lo
ha comprado?- Preguntaba la Mari una y otra vez. Pero Manolo nunca llegó a
darle una respuesta concreta.
- Un amigo de un amigo, no sé cómo se
llama, pero le ha encantado Mari, mañana mismo quiere que se lo llevemos- decía
Manolo emocionado al ver la cara de la Mari.
- ¿y cuanto dinero nos va a pagar?- preguntaba
nerviosa la Mari.
- 50.000
pesetas Mari
Con el
cuadro delante, no alcanza a comprender que quien fuera que lo comprara haya
decidido devolverlo sin más. Sus cuadros hoy valían mil veces más.
Guardó el
cuadro en una habitación y cerró con llave para no volver a ver nunca más el
signo de su fracaso.
Pero, un día
tras otro, a lo largo del mes que siguió a aquel fatídico día en la vida de
Marieta, ésta tuvo que girar esa llave para encontrarse cada vez con una habitación
más repleta de sus obras. Uno a uno fueron llegando por mensajero todos sus
cuadros. Eran sus primeros cuadros, los mismos que le habían dado la fuerza y
el dinero para seguir su sueño, para creerse lo que nunca se había atrevido a
creer.
El último
cuadro que llegó fue el primero que vendió. Entonces Marieta, la misma que un
día se había llamado Mari, rompió a llorar. 30 años después lo había
comprendido todo.
Marieta
pidió a Paqui, su asistenta, que llamara a Manolo por teléfono. Pero Manolo no
contestó ese día, ni ninguno de los días que siguieron a éste...
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