Se apagan las luces, comienza el espectáculo. Está tan oscuro que nadie nos ve, ni siquiera nosotros mismos. Mi mano roza tímidamente tus dedos, tanteando, y tú, tan ansioso como yo, te aferras a ellos antes de que sea demasiado tarde, antes de que nos dé tiempo a arrepentirnos. Y comienza el baile entre tus manos. Ya no podemos soltarnos, no queremos. A oscuras no pienso, a oscuras me dejo llevar. Y mi cuerpo se estremece con cada caricia. Y deseo con todas mis fuerzas que no se encienda la luz. Pero la luz se enciende y nos soltamos las manos de manera automática, como si quemaran, y nos miramos con ojos de cristal. Hablamos del tiempo y fingimos que nada ha pasado hace apenas unos segundos. Sin embargo tanto tú como yo sabemos que volveremos a encontrarnos en cuanto caiga la noche. En cuanto la luz vuelva a apagarse para dejarnos sumidos en la más absoluta oscuridad.
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