martes, 31 de julio de 2012

a la desesperada


Dime qué es lo que limita a mi pobre corazón. Quiero que me mires a los ojos, tú que tienes tantas ganas de vivir, que has recorrido tanto mundo. Mírame a los ojos, por favor, y atrévete a decírmelo si tienes valor. Explícame por qué tú sí y yo no...

Me gustaría que te sentaras conmigo un día, el que tú quieras. Solo te pido un día de tu tiempo para colarme en tu mirada de aventurero. Un minuto para encontrar el valor que yo no tengo. Para mandar todo esto a la mierda. Un minuto sería suficiente para robártelo si lo veo en tus ojos.

Y sin embargo  ya es tarde para todo, porque cada minuto que pasa estás más lejos de mí. Y me muero porque no fui capaz de implorar tu ayuda para salir de este bucle de normalidad cuando aun estabas conmigo. Cuando aun podía tocarte y sentir tu aliento sobre mi. Cuando tus manos recorrían mi cuerpo lentamente, temerosas, conscientes de lo lejos que estábamos ya aun sin habernos ido. Cuando tus labios besaban cada parte de mi cuerpo desesperados por retener en ellos algo parecido a mi, pero que nunca más volverá a ser yo. Porque los labios olvidan, igual que las personas. Tacto, gusto, olfato, vista, oído. Uno a uno irás perdiendo cada sentido hacia mí. Y tus sentimientos se volverán borrosos, porque no se puede sentir sin tocar, probar, oler, ver u oír.

Por favor te necesito. Necesito que vuelvas a por mí. Porque sabes que no puedo seguirte sola. Aunque me muero de ganas...

1 comentario:

  1. Cuando tus labios besaban cada parte de mi cuerpo desesperados por retener en ellos algo parecido a mi.

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