Dime qué es lo que limita a mi pobre corazón. Quiero que me
mires a los ojos, tú que tienes tantas ganas de vivir, que has recorrido tanto
mundo. Mírame a los ojos, por favor, y atrévete a decírmelo si tienes valor. Explícame
por qué tú sí y yo no...
Me gustaría que te sentaras conmigo un día, el que tú
quieras. Solo te pido un día de tu tiempo para colarme en tu mirada de aventurero.
Un minuto para encontrar el valor que yo no tengo. Para mandar todo esto a la
mierda. Un minuto sería suficiente para robártelo si lo veo en tus ojos.
Y sin embargo ya es tarde para todo, porque cada minuto que pasa
estás más lejos de mí. Y me muero porque no fui capaz de implorar tu ayuda para
salir de este bucle de normalidad cuando aun estabas conmigo. Cuando aun podía
tocarte y sentir tu aliento sobre mi. Cuando tus manos recorrían mi cuerpo
lentamente, temerosas, conscientes de lo lejos que estábamos ya aun sin
habernos ido. Cuando tus labios besaban cada parte de mi cuerpo desesperados
por retener en ellos algo parecido a mi, pero que nunca más volverá a ser yo. Porque
los labios olvidan, igual que las personas. Tacto, gusto, olfato, vista, oído.
Uno a uno irás perdiendo cada sentido hacia mí. Y tus sentimientos se volverán
borrosos, porque no se puede sentir sin tocar, probar, oler, ver u oír.
Por favor te necesito. Necesito que vuelvas a por mí. Porque sabes que no puedo seguirte
sola. Aunque me muero de ganas...