Un día como hoy se agotaron sus fuerzas y su cuerpo
desgastado se rindió al abandono del que sabe con certeza que ha luchado por
una causa perdida.
Porque un día como este pero totalmente distinto puso sus
manos en alto y dejó que su enfermedad lo tomara prisionero sin oponer
resistencia.
Y su esquelético cuerpo se fue apagando poco a poco, al
compás de su corazón adormecido, y sus pulmones exhalaron el último suspiro, y
sus ojos azules, los mismos que tantos corazones habían roto en el pasado, se
cerraron para siempre.
Y lo que un día fue, dejo de ser en un instante.
Y no hubo más corazones rotos por la intensidad de su
mirada. Pero sí por el dolor que nos dejo su ausencia.
Ese día cientos de corazones latieron al unísono por él,
como lo hacen hoy al recordar lo que un día fue y lo que siempre será para
nosotros.
Un año después, y como cada día te recordamos Gero.
Siempre vivirás entre nosotros porque nunca te llegaste a ir del todo.
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