Doy una calada,
profunda. Noto como el humo cala en mis pulmones y siento como se relaja cada
uno de los músculos de mi cuerpo; desde el cerebro hasta el dedo pequeño del
pie. Y, pasando por los brazos, se extiende hasta cada uno de los dedos de mis
manos. Me siento realmente bien, el cuerpo me pesa e intento aguantar la
respiración. Voy dejando salir el humo poco a poco, no tengo prisa por dejarlo
ir. Cierro los ojos. Imagino que estas conmigo, justo a mi lado. Tu olor me embriaga
y me transporta con él a lugares escondidos en lo más profundo de mis recuerdos.
Abro los ojos y me estrello con la realidad del vacío que has dejado en mi
cama. Una lágrima resbala lentamente por mi mejilla y aterriza en la almohada.
Me sorprende, la verdad es que no tenía pensado pensarte.
Miro el cigarro antes
de abandonarme de nuevo a mi dosis de felicidad pretendida. No sé a quien quiero
engañar. Fumar me pone cachonda y cuando estoy cachonda pienso en ti. Luego,
una vez más, inconscientemente he aterrizado donde no quería. Noto como tu
aliento recorre mi cuerpo, me miras a los ojos fijamente llamándome a
abandonarme en el placer. Y yo no puedo evitar buscar tus labios, pero no los
encuentro. El placer que me daban ya no me pertenece.
Apago el cigarro, apago
la luz, con un poco de suerte quizás te encuentre en mis sueños.