martes, 1 de noviembre de 2011

LE LLAMABAN LOCA

Una vez la vi desde lejos, apoyada en el alfeizar de su ventana. Juraría que llevaba observándome horas pues cuando mi mirada se cruzó con la suya, desapareció.
Decían de ella que era un poco bruja. Que nunca dormía. Que pasaba las noches asomada a su ventana, empapándose de historias, historias de gente común, historias cotidianas que reinventaba al amanecer, dándoles forma, coloreándolas de mil colores. Y a diferencia del niño que intenta no salirse del dibujo, ella se saltaba a propósito las reglas d la lógica porque no entendía la vida de otra manera. Disfrutaba pintando de rosa lo que era negro, y de negro lo que era azuL. Simplemente se negaba a caminar por inercia, por obligación.  Se negaba a pasar por la vida de largo, como quien compra un billete de tren para llegar a su destino sin detenerse en ninguna de las paradas del camino.
Una vez me vio desde lejos, ella estaba apoyada en el alfeizar de su ventana y yo esperaba sentada en un banco de la calle, nuestras miradas se cruzaron, y en ese momento supo que tenía que rescatarme. Así que, salió a buscarme sin dudarlo, quería cambiar mi historia también.
Ella me cogió de la mano y me invitó a visitar todos esos lugares que existían y sin embargo yo había sido incapaz de ver. Ella me enseñó a sentir, me dio el empujón que me hizo despertar.  Y juntas dimos la vuelta al mundo en 365 días a bordo de su barco. Sin embargo mi historia un día dejó de interesarle, había utilizado todos los colores. Y necesitaba alimentarse de nuevas sensaciones. Sin más, me soltó la mano, y caí por la borda.
Desde entonces ando a la deriva, busco historias desesperadamente, historias que me recuerden a ella, historias que me hagan sentir, aunque sea mínimamente, algo parecido a lo que ella me hizo vivir.  
Me enamoré de una loca, y ahora la loca soy yo.

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