Érase una vez, una niña que no podía dejar de llorar, sus padres, preocupados, visitaron a todos los médicos de la zona para ver si alguno podía solucionar este problema, pues era muy difícil convivir con su hija, ya que no dormían porque estaba siempre llorando.
Pero siempre que le preguntaban por el motivo de su llanto la niña levantaba los hombros y seguía llorando sin más.
Lloró tanto que formó con sus lágrimas un río al final del cual había una pequeña cabaña, con una pequeña chimenea, dónde vivía una malvada bruja.
Los padres, desesperados por no haber encontrado ningún médico que pudiera ayudarles decidieron hacer una visita a la bruja.
Toc, toc, toc.-llamaron a la puerta-. Una viejecita de nariz puntiaguda salió a recibirlos. - ¿qué venís a buscar?- les preguntó-. cuando los padres le explicaron su problema, la bruja los escuchó, y después de mucho meditarlo dio con la solución. - Sólo hay una forma de hacer callar a la niña, pero para ello debe morir uno de vosotros. Si no, no callará nunca , y los tres seréis infelices toda la vida.
Los padres se miraron horrorizados, si era la única manera, así sería, su hijita, a la que tanto querían, no podía seguir llorando eternamente, harían lo posible para que ella fuera feliz.
Una vez decidido ésto, volvió la madre sola, y le contó a su hija la triste noticia, su padre había muerto...
La niña, de pronto, como por arte de magia, dejó de llorar. Había llorado tantísimo durante toda su vida por cosas insignificantes, que su maldición fue que no le quedaron lágrimas para llorar cuando de verdad lo había necesitado.
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