lunes, 2 de abril de 2012

Mendigando dolor

Me duelen los ojos de tanto mirarte, intento hacerlo sin que nadie se dé cuenta, aunque eso suponga que ni siquiera tú seas consciente de que aun sigo pendiente de cada movimiento que haces.  Pero se me van los ojos, no puedo controlarlos…

¿Sabes? Hoy estás más guapo que nunca a pesar de haberte arreglado menos que de costumbre.  

Y sí, quisiera encontrar cualquier excusa para encontrarnos a solas, tu y yo, como antes, solo que antes ya no existe y ahora no encuentro mi hueco entre tú y ella. Porque ahora ella es yo, o lo que un día fui yo para ti.

Como ves, ya no sé ni lo que digo. En realidad tampoco estoy muy segura de lo que quiero, aunque eso no es ninguna novedad.

Querría…querría que me miraras a los ojos y que adivinaras las ganas que tengo de besarte ahora mismo, y sobre todo me gustaría que me dieras permiso para hacerlo, o mejor, que lo hicieras tú, que lo hicieras delante de todos, por todas las veces que no te deje hacerlo en el pasado. Tu te lo mereces y yo me muero de ganas…

Me duele la cabeza de tanto pensarte, ni si quiera cuando duermo me das un respiro. No sé cómo lo haces para aparecer en todos mis putos sueños.

¿Sabes? Recuerdo el día que me dijiste que ibas a dejarte crecer el pelo solo porque a mi me gustaba más largo. Recuerdo que aun lo tenías corto cuando me fui. Y ahora resulta que lo llevabas recogido. Dios mío, pero qué guapo eres coño. Sabes que aun te deseo ¿eh? Lo sé porque no te atreves a mirarme a los ojos cuando ella está delante, y entonces te das cuenta de que sospecha algo, te obligas a mirarme fijamente, pero tu mirada está desenfocada, como perdida y lo intentas solucionar hablando, pero nada de lo que dices tiene ningún sentido…
Buf...ojala me dolieran las manos de tanto tocarte…

No hay comentarios:

Publicar un comentario